La bulimia nerviosa es una enfermedad que se caracteriza por episodios repetidos de ingesta desproporcionada de alimentos y por una preocupación excesiva por el control del peso corporal, lo que lleva al enfermo a adoptar medidas extremas para compensar el aumento de peso. El término bulimia significa ingesta voraz y se añade nerviosa porque esta enfermedad, al igual que la anorexia, implica una serie de alteraciones psíquicas.

 

La persona bulímica tiene una imagen corporal de sí misma totalmente errónea, (distorsión cognitiva), y una autoestima muy baja que intenta compensar adelgazando y controlando lo que come: no se acepta y busca una solución inmediata a sus conflictos dejando de comer para adelgazar de inmediato. Hambre y ansiedad la llevan a una ingestión desmedida de alimentos lo que genera, a su vez, sentimientos de culpabilidad y descontrol que la conducen al vómito, los laxantes y diuréticos, y a una nueva restricción de alimentos. Así comienza, una y otra vez, este círculo vicioso.

La bulimia se diferencia de la anorexia en que los pacientes de la primera presentan pesos bastante normales, aunque se considera que ambas enfermedades son dos aspectos de un mismo problema (la disorexia), caracterizado, por el temor a aumentar de peso y la necesidad apremiante de tomar y manipular alimentos.

La relación entre ambas enfermedades se observa también en el hecho de que muchas anoréxicas pueden desarrollar bulimia al cabo de un cierto tiempo. Por el contrario, las pacientes bulímicas sólo raras veces desarrollan una anorexia persistente, aunque la bulimia puede estar interrumpida por períodos de ayuno.

Las mujeres en edades comprendidas entre los 15 y los 24 años son las más afectadas; los varones pueden padecer bulimia nerviosa, pero no parece ser tan frecuente como en el caso de las jóvenes. La proporción es un varón por cada nueve o diez mujeres, una ratio parecida a la de la anorexia.

La sintomatología general de la enfermedad consiste en:

•Episodios recurrentes de ingesta voraz (consumo rápido de gran cantidad de alimentos en un período corto de tiempo).
•Sensación de pérdida de control sobre lo que se come (no poder parar de comer ni controlar qué se come).
•Conducta compensatoria para no ganar peso (vómitos, uso de laxantes y de diuréticos, practicar dietas estrictas o ayunos o realizar mucho ejercicio).
•La alternancia de atracones y conductas compensatorias se produce, como promedio, al menos dos veces a la semana y durante tres meses como mínimo.
•Preocupación desmesurada por la figura y el peso.
•Los atracones se realizan a escondidas por vergüenza ante los demás.

Consecuencias de la bulimia nerviosa
La observación de que en la alternancia cíclica de fases de dieta y ayuno disminuye el metabolismo basal, tiene una especial importancia para el comportamiento de la persona bulímica. Cuanto más se cronifica la situación más difícil les resulta a las pacientes perder peso en las fases de dieta; sin embargo, después de los atracones, se constata un rápido aumento de peso. Esto se debe a que, mientras se mantiene la limitación de alimentos, el metabolismo basal se ajusta con rapidez a los niveles calóricos bajos, ("quema menos"), manteniéndose bajo cuando se recuperan los hábitos alimentarios normales.

A causa del abuso de laxantes y diuréticos se pueden producir trastornos electrolíticos y edemas.
Los vómitos autoinducidos pueden provocar ampollas, desgarros y hemorragias en la garganta y el esófago. Los dientes acaban erosionándose y se desgasta su esmalte.

Los vómitos provocan en las manos erosiones llamadas "signos de Russell" que parecen quemaduras.
Al vomitar, los niveles de sodio y potasio disminuyen y se produce, entonces, debilidad muscular, hormigueo y entumecimiento de los dedos de manos y pies, confusión y falta de concentración, latidos cardíacos irregulares, hipotensión y lesiones renales.

Hay otras consecuencias también graves que afectan al carácter y al comportamiento. La paciente se siente culpable y con mucha ansiedad, siente vergüenza y acaba odiándose a sí misma. Las relaciones con la familia empeoran y la paciente está cada vez más irritable y manifiesta mayor agresividad, situación que se hace extensiva a los amigos y a las relaciones en el trabajo.

Causas de la bulimia nerviosa

  • Factores biológicos

Hay que considerar la influencia genética ya que se han encontrado correlaciones que avalarían una cierta predisposición hereditaria a padecer la enfermedad aunque no está claro qué es lo que se hereda (predisposición a la obesidad, a padecer trastornos emocionales...)
La predisposición genética a la obesidad podría influir en la aparición de la bulimia nerviosa dada la necesidad de estas personas de controlar su dieta. Se ha encontrado una cierta correlación entre el miedo a engordar y el seguir muchas dietas con el riesgo de padecer una bulimia nerviosa.
Las burlas referidas al aspecto y a la gordura tienen un impacto significativo en la autoestima, en la imagen corporal y, por ello, pueden desencadenar la enfermedad en conjunción con los demás factores.

  • Factores psicológicos

La imagen que dan de fuerza, independencia, ambición y autocontrol contrasta con la que tienen de sí mismas: se sienten vacías, con un estado de ánimo pesimista y depresivo, debido a sus sentimientos internos de inseguridad, vergüenza, culpa e ineficacia. La mala imagen que tienen de sí mismas contrasta con el ideal que desean alcanzar y que aparentan ser.
La paciente bulímica presenta una serie de dificultades psicológicas que tienen que ver con todos o algunos de los siguientes aspectos:
•problemas de autonomía
•déficit de autoestima
•tendencia al perfeccionismo y al autocontrol
•miedo a madurar
•personalidad depresiva y dependiente
•experiencias traumáticas durante la niñez

  • Factores familiares

Existe más probabilidad de desarrollar un trastorno alimentario en una familia en la que uno de sus miembros lo ha padecido con anterioridad. También el hecho de que uno de los padres presente un trastorno emocional aumenta el riesgo de que alguno de los hijos desarrolle una bulimia.
En los casos más severos es necesario el internamiento sobre todo si el entorno familiar es muy conflictivo y cuando existen ideas depresivas o autodestructivas.
La terapia familiar está muy aconsejada y da muy buenos resultados favoreciendo tanto la resolución de los conflictos en las relaciones y la comunicación intra-grupo como las posibilidades de apoyo a la paciente por parte de los miembros del grupo familiar.

Fuente:
Mª Ángeles Pérez Montero
Francisco Javier Rodríguez Laguia