La familia es la célula básica de la sociedad, pues la sociedad está constituida por familias, y de cómo vaya la familia, va la sociedad. La familia tiene un rol social insustituible ya que tiene relación directa con la preservación de la vida humana así como de su desarrollo y bienestar. Las principales funciones de la familia son:

Función subsidiaria: se satisfacen las necesidades básicas, como el alimento, techo, salud, ropa, etc.

Función educativa tempranamente se socializa a los niños en cuanto a hábitos, sentimientos, valores, conductas, etc. Es en la familias donde se forman los ciudadanos íntegros: hombres con valores éticos universales a la vez libres y responsables de su misión y de sus propios actos: conscientes de lo que es bueno y lo que es malo.


Función solidaria en la familia se da una interrelación familiar y apoyo mutuo entre todos los miembros en forma desinteresada, se desarrollan afectos que permiten valorar el socorro mutuo y la ayuda al prójimo.

Función protectora: se da seguridad y cuidados a todos sus miembros, los inválidos y los ancianos.

Una de sus más importantes funciones es la educación de los hijos, nacidos naturalmente o incorporados a la familia por adopción. Los padres tienen el deber y el derecho de educar a sus hijos.

La unión familiar asegura a sus integrantes estabilidad emocional, social y económica. Es allí donde se aprende tempranamente a dialogar, a escuchar, a conocer y desarrollar sus derechos y deberes como persona humana.

Para reflexionar
El valor de la familia nace y se desarrolla cuando cada uno de sus miembros asume con responsabilidad y alegría el papel que le ha tocado desempeñar en la familia. La unión familiar va más allá de los encuentros habituales e ineludibles, los momentos de alegría y la solución a los problemas que cotidianamente se enfrentan.

Es necesario que para que haya unión familiar debe haber presencia física, mental y espiritual de las personas en el hogar, con disponibilidad al diálogo y a la convivencia, haciendo un esfuerzo por cultivar los valores en la persona misma, y así estar en condiciones de transmitirlos y enseñarlos. En un ambiente de alegría toda fatiga y esfuerzo se aligeran, lo que hace ver la responsabilidad no como una carga, sino como una entrega gustosa en beneficio de nuestros seres más queridos y cercanos.

Lo primero que debemos resolver en una familia es el egoísmo: mi tiempo, mi trabajo, mi diversión, mis gustos, mi descanso… si todos esperan comprensión y cuidados ¿quién tendrá la iniciativa de servir a los demás?

La generosidad nos debe hace superar el cansancio para escuchar esos problemas, alegrías o acontecimientos diarios de papá, mamá y de los hijos, niños o jóvenes. La unión familiar no se plasma en una fotografía, se va tejiendo todos los días con pequeños detalles de cariño y atención, sólo así demostramos un auténtico interés por cada una de las personas que viven con nosotros.

Otra idea fundamental es que en casa todos son importantes, no existen logros pequeños, nadie es mejor o superior. Se valora el esfuerzo y dedicación puestos en el trabajo, el estudio y la ayuda en casa, más que la perfección de los resultados obtenidos; se tiene el empeño por servir a quien haga falta, para que aprenda y mejore; participamos de las alegrías y fracasos, del mismo modo como lo haríamos con un amigo… Saberse apreciado, respetado y comprendido, favorece a la autoestima, mejora la convivencia y fomenta el espíritu de servicio.

Sería utópico pensar que la convivencia cotidiana estuviera exenta de diferencias, desacuerdos y pequeñas discusiones. La solución no está en demostrar quién manda o tiene la razón, sino en mostrar que somos comprensivos y tenemos autodominio para controlar los disgustos y el mal genio, en vez de entrar en una discusión donde por lo general nadie queda del todo convencido.

Por otra parte, muchas son las familias que han encontrado en la religión y en las prácticas de piedad, una guía y un soporte para elevar su calidad de vida, ahí se forma la conciencia para vivir los valores humanos de cara a Dios y en servicio de los semejantes. Por tanto, en la fe se encuentra un motivo más elevado para formar, cuidar y proteger a la familia.

Podríamos preguntarnos ¿cómo saber si en mi familia se están cultivando los valores y todos son felices? Si todos dedican parte de su tiempo para estar en casa y disfrutar de la compañía de los demás, buscando conversación, convivencia y cariño, dejando las preocupaciones y el egoísmo a un lado, sin lugar a dudas la respuesta es afirmativa.

Toda familia unida es feliz sin importar la posición económica, los valores humanos no se compran, se viven y se otorgan como el regalo más preciado que podemos dar. No existe la familia perfecta, pero si aquellas que luchan y se esfuerzan por lograrlo.

Alguna ideas para acrecentar la unión y armonía familiar
• Dedicar un tiempo especial para conversar y jugar diariamente

• Salir de paseo con todos el fin de semana o realizar una actividad diferente: juegos de mesa, ver una película y luego reflexionar sobre ella

• Tener un día al menos al mes para que papá y mamá salgan solos a cenar o al cine.

• Organizar las labores de manera que todos tengan un encargo en casa.

• Planeen juntos los viajes o actividades familiares

• Busquen soluciones compartidas

• Instituyan en casa el “no gritar” y porqué no en todas partes?

• Acostúmbrense a decir todo en positivo

• Valoren la importancia de las horas de comida

• Impongan un horario para ver la televisión, NUNCA en horas de comida, pues interfiere la comunicación familiar.

• Establezcan tradiciones familiares y repítanlas con cierta frecuencia, mensuales, anuales, etc.

• Háganle saber a su familia que es lo más importante en sus vidas.

• Abrácense y díganse frecuentemente “te quiero”

• Tengan detalles pequeños con cada miembro de la familia

• Festejen los cumpleaños juntos.

• Papá y mamá cuando tienen algo que discutir lo hacen a solas.

• Recen en familia. “La familia que reza unida permanece unida”