La disciplina sigue siendo tan importante en la educación de un adolescente como durante en la infancia. La diferencia es que conforme se van haciendo cada vez mayores, los adolescentes cuestionan más las normas y límites que sus padres les imponen y quieren ser participes de ellas. Es de vital importancia tener las normas y límites bien definidos y exigir que todos los respeten.
Los adolescentes requieren que sus padres les fijen reglas, les den un marco de acción y los guíen en el proceso de maduración personal. Por supuesto, también necesitan que se comuniquen con ellos y que demuestren un verdadero interés en su persona. Por esto, cuando hablamos de poner límites o normas, lo decimos en el mismo marco de la libertad y el respeto por nuestros adolescentes.
Los jóvenes se sienten protegidos y queridos cuando les establecen límites, ya que éstos les proporcionan un margen claro en el cual moverse, desarrollarse y auto controlarse o regularse.
Es recomendable que se les enseñe a ser autónomos e independientes, para que ellos mismos aprendan a fijar sus propias reglas, ya que su identidad se va formando en la medida en que son capaces de cumplir lo que dicen. En cuestión de los límites o normas no existen nada concreto ni específico, sino que variaran de acuerdo a cada familia, las cuales deben proponer normas de acuerdo a sus propios valores.
Todos los niños y adolescentes se resisten a los límites que se les imponen, pero a la misma vez los desean y los necesitan. En un mundo que cada día es más agitado para los adultos y los jóvenes, los límites ofrecen un sentido de seguridad. Frecuentemente los adolescentes se sienten mal queridos si sus padres no les imponen límites. Los límites son más fáciles de fijar cuando los niños son pequeños. Es más difícil, pero no imposible, fijar límites durante los primeros años de la adolescencia.
Los padres deben tener en cuenta algunos componentes a la hora de poner límites a sus hijos adolescentes:
•Mostrar entusiasmo, en la medida en que aman y crían a sus hijos;
•Proporcionar estructura, de manera que el joven tiene expectativas y reglas para su conducta;
•Apoyar la autonomía, ya que aceptan y estimulan la individualidad del joven.
Una disciplina eficaz a la hora de aplicar los límites a los hijos es lo más importante. Si se les presenta una buena regla, el hijo estará dispuesto a cumplirla porque lo que quieren ellos es agradar a sus padres. En ocasiones los padres no se encuentran preparados para establecer los límites. Les falta habilidad para hacerlo. Hablan demasiado, exageran en la emoción, y en muchos casos, se equivocan en la forma de expresar con claridad y con demasiada autoridad. Cuando se necesite decir a los jóvenes que deben hacer algo y "ahora" debemos tener en cuenta algunos consejos básicos:
•Ofrezca opciones
En muchos casos dar a los hijos una oportunidad limitada de decidir cómo cumplir sus "órdenes". La libertad de oportunidad hace que un adolescente sienta una sensación de poder y control, reduciendo las resistencias. Sobre todo porque en la adolescencia la mejor forma de tratar a un joven es negociando con ellos.
•Sean firmes
En cuestiones realmente importantes, cuando existe una resistencia a seguir las reglas, se necesita aplicar el límite con firmeza. Un límite firme dice al adolescente que él debe parar con dicho comportamiento y seguir las reglas inmediatamente. Los límites firmes son mejor aplicados con una voz segura, sin gritos, y una seria mirada en el rostro.
•Explica el por qué
Cuando una persona entiende el motivo de una regla, como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado a respetarla. De este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar el porqué tiene que obedecer. Entendiendo la razón para el orden ayuda a que desarrollen valores internos de conducta o comportamiento -una conciencia-.
•Sea seriamente consistente
Una regla puntual para una efectiva puesta del límite es evitar una regla repetitiva. Una rutina flexible invita a una resistencia y se torna imposible de cumplir. Rutinas y reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque se esté cansado o indispuesto. Si das a tu hijo la oportunidad de dar vueltas a sus reglas, ellos seguramente intentarán resistir.
•Controla las emociones
Los investigadores señalan que cuando los padres están muy enojados castigan más seriamente y son más propensos a ser verbalmente y/o físicamente abusivos a ellos. Hay épocas en que es necesario llevar con más calma, y contar hasta diez antes de reaccionar. No se puede enseñar con eficacia si usted es extremamente emocional. Delante de un mal comportamiento, lo mejor es llevar un minuto de calma uno mismo, y después preguntar con calma, "¿que sucedió aquí?". Todos los adolescentes necesitan que sus padres establezcan las guías de consulta para el comportamiento aceptable. Cuanto más expertos hacemos en fijar los límites, mayor es la cooperación que recibiremos de los jóvenes y menor la necesidad de aplicar consecuencias desagradables para que se cumplan los límites. El resultado es una atmósfera casera más agradable para los padres y los hijos.
•Poner límites a las conductas, no a los sentimientos
Los límites se deben orientar al comportamiento, no a la expresión de sus sentimientos. Se le puede exigir que no haga algo, pero no se le puede pedir, por ejemplo, que no sienta rabia o que no llore. Los márgenes deben fijarse sin humillar para que no se sienta herido en su autoestima. Por eso, no se debe descalificar ("eres malo"...), sino marcar el problema ("eso que haces o eso que dices está mal"). Conviene dar razones, pero no excederse en la explicación. Los sermones no sirven de mucho. Los niños y jóvenes responden a los hechos, no a las palabras. Un gesto de firmeza y serenidad, acompañado de pocas palabras será más efectivo que un discurso.
•Asegúrese que las acciones traigan consecuencias
Si usted le dice a su hijo que debe llegar a casa a las 10 de la noche, no ignore su llegada a casa a las doce. Usted pierde su credibilidad con su hijo si no le hace sufrir las consecuencias por haber llegado dos horas tarde este perderá el respeto de sus límites en el horario. Sin embargo, el castigo debe ser proporcional a la ofensa. Un castigo de seis semanas interfiere con los planes de toda la familia. Mejor hable con él sobre cómo su tardanza le ha afectado a usted. No ha podido descansar por esperarlo. Pero usted todavía se tiene que levantar a la hora regular en la mañana, preparar el desayuno, hacer los deberes de la casa e ir al trabajo. Pero la falta de consideración de su hijo le ha causado varios inconvenientes, así que él tendrá que hacerse responsable por algunos de sus deberes para que usted pueda irse a la cama temprano mañana.
¿Por qué nos cuesta poner límites a nuestros hijos e hijas?
•Porque no nos sentimos suficientemente fuertes para enfrentarnos a nuestros hijos.
•Porque demasiado a menudo somos complacientes con nuestros hijos e hijas para compensar el poco tiempo que les podemos dedicar.
•Porque cuando nuestra autoestima no pasa por su mejor momento queremos ser aceptados por nuestros hijos.
•Porque los adultos, el padre y la madre, nos desautorizan mutuamente y seguimos líneas de actuación claramente contradictorias.
Pautas para padres y madres:
•Deben dedicar tiempo a los hijos. Muchas conductas de los hijos no se controlan simplemente porque su padre y su madre no están disponibles para atenderles.
•Los hijos tienen que aprender que rebasar los límites puede traer consecuencias negativas para él. En cualquier caso, esas consecuencias deben ser proporcionadas y, a poder ser, inmediatas para que el niño lo entienda perfectamente.
•En lo posible, las reglas y los castigos deben ser pactados entre los padres y los hijos.
•La disciplina sólo la pueden ejercer adecuadamente los progenitores que sean capaces de combinar el cariño y el control.
•Conviene recordar que lo que más influye en nuestros hijos no es lo que les decimos o lo que les hacemos, sino cómo "somos". Por eso, la educación representa no sólo revisar nuestras conductas con ellos, sino nuestra forma de ser como personas.
•Se precisa un buen clima familiar.
•Es normal que los niños y adolescentes prueben tanteando a sus padres para comprobar hasta dónde pueden llegar. Es en ese momento cuando más firmes deben mostrarse los padres. Si ceden, luego será muy difícil dar marcha atrás.
•Todo ello incluye la necesidad de que los padres sean razonablemente flexibles, según las circunstancias y la edad.
•Los efectos de no poner límites moldean a un adolescente que nunca tiene suficiente, que exige cada vez más y que tolera cada vez peor las negativas, creando así un niño que crece con una escasa o nula tolerancia a la frustración.
Por: Arisleydi Sánchez Guzmán - Psicóloga Clínica Infanto-Juvenil