Erradicar la violencia escolar no sólo pasa por hacer cambios importantes en el sistema educativo, también se requieren en el ámbito social y económico, pero mientras eso sucede algo tiene que hacer la escuela. Hay que prefigurar una escuela donde sus pilares fundamentales sean aprender a aprender y aprender a convivir. Alan Key, experto en computación afirma que la mejor forma de predecir el futuro es inventándolo. En consecuencia hay que preparar a los jóvenes para que aprendan a vivir en paz y en comunión con su comunidad, de esa forma se podrá inventar el futuro, porque es predecible una vida ciudadana en paz y conviviendo con nuestros semejantes. Repensar la escuela hará posible que eso suceda para bien de la especie humana.
El fenómeno de la violencia escolar es los más parecido a la Hidra de Lerna, cuando le cortas una cabeza se le regeneran dos. Son tantas las causas y tan conocidas que resulta ocioso mencionarlas, a parte de que nos sacaría del tema en cuestión. Lo trascendente en el tratamiento que se le debe dar a la violencia escolar es levantar nuevos paradigmas en la construcción de conocimientos y en la relación docente-alumno, pero demás no está decir que la escuela sola no puede. De poco sirve desarrollar competencias pedagógicas para prepararlos para la paz y la vida en comunidad si no se elaboran programas o políticas públicas que atiendan a la familia de cada uno de los estudiantes; si no se resuelven ingentes problemas económicos que afectan la vida del ciudadano y si no contribuyen los “mass media” a enterrar ideas como el relativismo moral, con una ética en sus propagandas y enfoques noticiosos o maneras de presentar lo que es noticia.
Alguien podría decir, y con razón, que la escuela no puede esperar. Es cierto, no puede esperar. Trabajemos, pues. Ah, pero consciente de que la cabeza de la Hidra que hayamos decapitado en el aula (bueno, feliz quien tenga las herramientas para saberlo hacer), volverá duplicada cuando el joven regrese a su hogar, prenda la TV o cuando se interrelacione con su entorno del barrio. Ahora bien, hemos de incorporar otro elemento fundamental para hacer la tarea que le toca a la escuela, lo puse entre paréntesis: la formación docente.
En vista de que la variable gobierno y sus políticas sociales no son susceptibles de ser manejadas directamente por la escuela, entonces no nos queda otra que hacer, actuar sin morir en el intento, sin importar que cabeza que cortemos cabeza reduplicada. Hay que partir de la idea de que así como la fe se alimenta y se acrecienta desde la formación evangelizadora, pues bien, la praxis pedagógica que lleva consigo mucho de fe, por lo que su alimento está en los libros, en la investigación educativa, en la preparación del docente. Ahí encuentra su “evangelización”. De tal manera que repensar la escuela pasa porque el maestro se forme desde lo científico que involucra también lo humanístico, porque no hay ciencia sin ser humano, y no hay ser humano que se ocupe de los humanos sin espiritualidad.
Preparar a los jóvenes para un futuro en paz y conviviendo con sus semejantes es posible desarrollando competencias que le permitan silenciarse para oír al otro; asociarse con los demás para la resolución de problemas y conflictos; saber llegar a acuerdos y compromisos de cumplimientos de los mismos. Cuando estas competencias se alcanzan, entonces nacerá un ciudadano que participará en la construcción de lo público para alcanzar la paz. Esas competencias le van a permitir desplazarse cómodamente entre diferentes grupos étnicos y culturales; es decir, que podrá vivir dentro de la diversidad.
PROF. YONNY GALINDO MARÍN
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