Como tocado por Dios dice Javier Zalez, que se sintió con el nacimiento de cada uno de sus hijos. Un maracucho, residenciado en estas tierras orientales, cantante, con una larga trayectoria. Desde los 5 años ha mantenido esa pasión por el canto, por supuesto sin quitarle la importancia a la tradición familiar que esto significa. De hecho, precisamente su padre fue quien lo empujó a la música.


Además de todo esto, en su adolescencia participó en muchos concursos de talento, tuvo un grupo de rock, y entre risas comentó, que cree que eso es típico en un cantante, pasar por esa etapa de pertenecer a diferentes grupos musicales.

Luego de varios años, Zalez llegó a ser a voz del reconocido grupo gaitero Gran Coquivacoa durante un período de 12 años, hasta que hace apenas dos años decidió probar su talento como solista, con su primer sencillo “Es que te amo”, llegando a escalar hasta el primer lugar en las carteleras radiales.

Dejando atrás el tema de su carrera, cuando comenzamos a hablar con Javier sobre sus hijos, el tono de la conversación se tornó un poco más serio. Él recuerda con ilusión aquel momento en que tuvo en sus brazos por primera vez a su primera hija, Georgina, quien ahora tiene 10 años, dice que cuando la cargó y la miró a los ojos, lo impactó esa “mirada mágica, esa conexión”, que sintió con ella, la misma que dijo sentir cuando vio nacer a su segundo hijo, Gabriel, de apenas dos añitos.

Zalez, considera que el ser padre, es un “valor mágico que Dios da para procrear”, y asegura que lo más importante es que “un hijo es un ser creado por uno mismo”. Haciendo memoria, dice que en los dos nacimientos de sus niños pensó una sola cosa: “Viva Dios”, pues a su juicio ser padre es el regalo más grande como ser viviente.

Al principio, dice, estaba “aprendiendo a ser padre”, juró que no le iban a pasar cosas que al final dice le terminaron pasando. Acota que tuvo unos padres que fueron “rectos y correctos”, con los que a veces tenía diferencias de opiniones, y resalta la fortaleza del carácter de su padre con el suyo, diciendo que no quiere que sus hijos lo adopten.

Javier comenta que en la actualidad está feliz, porque sus dos hijos son cariñosos, respetuosos, y lo que asegura –con mucha esperanza- es que ambos “tienen la música como prioridad”. En vista de esto, él está muy pendiente con sus hijos, inculcándoles la gaita y otros diversos géneros musicales. Dice que los impulsa a seguir adelante, sobretodo si quieren seguir haciendo de la música, parte de su vida.

A estas alturas, aunque Georgina tiene apenas 10 años, ya Javier ha grabado coros con ella y con el pequeño Gabo –como le conocen de cariño- ya hasta tuvo su primer ensayo. Zalez considera que la música venezolana es muy rica, genuina y cuenta con una profundidad enorme. Además cree que para poder cantar cualquier otro género, hay que conocer la música nuestra.

Cuando le preguntamos sobre la diferencia de crianza de sus hijos, tomando en cuenta que tiene una niña y un niño, Javier acota que con la hembra ha sido bastante sobreprotector, ha tenido más delicadeza, pero riéndose, con respecto a Gabo comenta que con él “se las cobrará todas”, hasta la enseñará a jugar Beisbol.

Entre los valores más importantes como padre, Javier destaca la honestidad y la verdad. Además comenta que le ha inculcado a sus hijos “la necesidad de sumar culturalmente hablando, como venezolanos”, pues cree que es sumamente valioso ser venezolano. Por eso les ha enseñado detalles que forman a un buen ciudadano como no comerse los semáforos, dar paso a las demás personas, detalles que aunque parezcan pequeños, son grandes, suman.

Por: Luisana Millán Borromé.