La libertad es el don más valioso. Sin libertad, nada de lo que hacemos tiene sentido. A continuación un cuento para leer a nuestros  hijos, esperamos lo disfruten y puedan  conocer a través de su lectura el verdadero valor de la libertad

Tururulandia era un pequeño y precioso país de juguete que había hecho Paulina Perfectina con sus construcciones. Paulina cuidaba constantemente Tururulandia para que todo estuviera en orden, y mantenía los muñecos rojos junto a sus casas rojas, y los niños verdes jugando en los columpios del parque verde, y los papás hablando todo el día junto a la plaza. Era un país tan bonito y perfecto, que Paulina soñaba con poder llegar a vivir un día en Tururulandia.


Y sin saber cómo ni por qué, su sueño se cumplió, y un día despertó en mitad de Tururulandia, vestida toda de rosa, y hecha de piececitas de juguete. ¡Qué maravilla! ¡Todo era como ella conocía! Y era realmente precioso.

Paulina está totalmente feliz, y tras la primera sorpresa, corrió a ver los columpios de los niños del parque verde. Pero antes de que pudiera llegar, una mano gigante la alcanzó, y tomándola de un brazo, la llevó de nuevo junto al gran palacio rosa. Paulina quedó un poco extrañada, pero enseguida lo olvidó, porque vio sus queridas casas rojas, y hacia allí se dirigió. Pero nuevamente, antes de llegar a ellas, la gran mano volvió a aparecer, y la volvió a dejar junto al palacio.

- No te esfuerces-dijo una princesita rosa que asomaba por uno de los balcones- nunca podrás abandonar la zona rosa

Entonces la princesita explicó a Paulina cómo la gran mano nunca dejaba moverse a nadie en Tururulandia, y que aquel era el país más triste del mundo, porque nadie podía decidir qué hacía ni dónde iba. Y Paulita miró las caras de todas las figuritas y muñecos, y comprobó que era verdad. Y se dio cuenta de que aquella gran mano era la suya, la que utilizaba siempre para mantenerlo todo como ella quería.

- ¿Pero entonces? ¿No os gusta vivir en un país tan bonito y organizado?- terminó preguntando Paulina.

- Si no podemos elegir qué hacemos o a dónde vamos, ¿para qué nos sirve todo esto?- le respondieron - Si tan sólo tuviéramos un día para ver otras cosas... ¿no lo entiendes?

Y vaya si lo entendió. Tras unos pocos días sin poder decidir nada por sí misma, ni moverse del castillo rosa, Paulina estaba profundamente triste; tanto, que su precioso país le daba totalmente igual.

Hasta que una mañana, se despertó de nuevo en su vida normal, y al llegar junto a su país de juguete, lo primero que hizo fue cambiar las figuritas de sitio. Y así, cada vez que encontraba una fuera de su lugar, en vez de devolverla inmediatamente a su sitio, esperaba un día, para que tuviera tiempo de disfrutar de aquel bello país.

Y muchas veces, en el colegio y en casa, trataron de explicarle en qué consistía la libertad, y lo importante que era. Pero no le hacía falta, para saber lo que era la libertad, sólo tenía que recordar la tristeza extrema que sintió aquellos días en Tururulandia.

Autor: Pedro Pablo Sacristán