Los niños nos enseñan muchos modos de ser alegres: son espontáneos, viven en el presente, se interesan totalmente en la vida y a veces quedan fascinados con ella. Pero tienen que aprender otras alegrías: compartir, servir, fijar y alcanzar metas, buscar y encontrar, sembrar y cosechar.


¿Pueden los niños pequeños alcanzar todas estas alegrías?
Claro que si. Todas las formas verdaderas de la alegría son simples y puras. Los niños las  sienten mas fácilmente y en forma mas natural que los adultos.

Desempeñarse como padres conscientes y participativos no es fácil y en algunos casos puede llegar a ser agotador, pero se debe recordar que el que trabaja por metas constructivas claramente definidas, casi nunca sentirá cansancio y agotamiento. Se deben fijar metas claras y dignas de nuestro esfuerzo (padres) y de esta forma desaparecerán las frustraciones cotidianas y el cansancio.

Con instrucciones y estímulos adecuados por parte de los padres y maestros, los niños pueden extraer del vivir cotidiano muchas cantidades de alegría. Les puede fascinar el  mundo que los rodea. Para el todo es nuevo, y su propio cuerpo es el juguete más intrigante. Todo es fresco y emocionante.

Trasmitir felicidad ayuda a formar individuos seguros y felices que confían en si mismo y en los demás, que aprecian sus propias capacidades y atributos especiales. Esto les permitirá una comunicación eficaz y buenas relaciones, las cuales a su vez les asegurara el éxito en la escuela y en la comunidad.

¡La alegría hay que compartirla!