Para este proyecto de la Fundación “ConValores”, la primera de las entrevistas me correspondió hacérsela nada más y nada menos que a mi hermana mayor, y a pesar de que muchos piensen que me resultó fácil, fue todo lo contrario, así como tampoco fue sencillo redactar estas líneas buscando la objetividad, tratando en lo posible de desligarme del nexo que me une con la  entrevistada. No es sencillo porque no sólo ella no es un extraño, sino porque además siempre la he tenido como ejemplo a seguir en muchas etapas de mi vida, desde que empezó a servirme su ropa cuando llegué a la adolescencia y trataba de imitarla, hasta en los pasos posteriores en los que vi cómo ella los había dado y había culminado sin tropiezos. En ese sentido no me hubiese gustado estar en sus zapatos, pues aparte de que fue primera hija, también fue la primera sobrina y la primera nieta por nuestros lados materno y paterno. Tantos ojos encima sin querer defraudarlos pienso que alguna vez no la habrán dejado sentirse cómoda, o quizás permitirse un escape espontáneo que rompiera con tantos formalismos. (Hermana nunca es tarde). Roraima marcó la pauta de cómo se debían hacer las cosas desde que terminó bachillerato, y creo que aún lo sigue haciendo,  y para todos ha sido de mucho soporte tenerla como una figura de una conducta intachable de quien poder fiarnos.


Haré lo mejor que pueda para plasmar la entrevista de este trabajo especial del Día de las Madres, desde mi perspectiva como hermana, pero a la vez tratando de ser periodista y manejar la tarea asignada del tema de los valores.

Se las presento: Roraima es madre de tres hijos, Ceila mi ahijada quien este año culmina la universidad, Fabiola que está comenzándola y Julio apenas iniciando bachillerato. Tiene más de veinte años de casada y todas sus etapas las ha concluido y de alguna manera las sigue llevando sin fracasos. Hasta su esfuerzo por ser tenista y su último curso de cocina. No suele salirse de sus esquemas y ser caraqueña lo cumple a cabalidad. No la he oído nunca subir el tono de voz muy al estilo oriental, ni mucho menos encaja en el perfil de quienes somos de por estos lares. Es sumamente serena y reservada, y tiene una excelente relación con sus hijos y demás miembros de la familia. Su casa es la casa de todos, pues le agrada y disfruta atendernos, y lo más grande es que nunca se le oye decir que está cansada, ni mucho menos que le atormenta la bulla o el desorden de las amistades de mis sobrinos cuando se reúnen. Las navidades en su casa fueron una fiesta perenne. Creo que eso lo heredó de mi abuela materna. Un ser hospitalario fuera de serie.

Es una madre como ninguna y para ella los valores son primordiales y el eje central en la educación de sus hijos. Nunca los coloca al margen. Para ella no se puede mantener cierta paz en la sociedad actuando de manera deshonesta, intolerante o irresponsable. En la entrevista explicaba que los valores están íntimamente relacionados con la manera de ser, de actuar, y de establecer relaciones humanas, y la manera cómo reaccione y enfrente determinadas circunstancias, dependerá de los principios morales que se han adquirido a lo largo de la vida.

Todos tenemos el derecho de escoger nuestros valores, de darles el orden y la importancia  que consideremos correctos. Roraima fue tajante en su orden de prioridades, y me contó que para ella lo más importante era el AMOR A DIOS. No he estado presente cada vez que le ha correspondido como madre la dura batalla de orientar por el camino que ella considera el más idóneo a cada uno de sus hijos, así que a pesar de que conozco su profunda fé cristiana, nunca pensé que me fuese a responder que el valor que más ha reforzado y del que más se ha aferrado para guiar a sus hijos era el amor, pero el amor a Dios sobre todas las cosas, como lo ordena el primer mandamiento de los católicos. Ese es su valor universal. Una madre que ama a sus hijos, pero para ello ama a Dios principalmente y de manera absoluta.
Lo interesante de que ya tiene sus hijas en la universidad, fue que pudo consultarles antes de la entrevista, cuál había sido para ellas el valor que mejor les había transmitido desde que nacieron, y Fabiola coincidió con ella: “Mamá, el amor a Dios”

 


Ahora bien, le pregunté insistentemente por qué el amor a Dios y no otro valor, pues leyendo un poco sobre este trabajo asignado, los valores religiosos nos permiten alcanzar la dimensión de lo sagrado mientras que los morales nos acercan a la bondad, la paz, la tolerancia, la responsabilidad, etc. Me explicó que desde su manera de ver la vida, sin creer en Dios y practicar el mensaje de amor que nos dejó en las escrituras de la Biblia, el resto de los valores cuesta mucho más alcanzarlos, pues Dios es amor, el arquitecto del universo y sin amor como fuente de inspiración para todo lo que hacemos, y como motor de nuestros pensamientos e ideales, los rumbos pueden equivocarse y muchas veces las decisiones tomadas no son las más sabias.


No sólo lo contó en la entrevista, sino que me consta, pues mi hermana es de esas personas comprometida moralmente con los valores en su familia, e inclusive de la sociedad, y si alguna vez por alguna circunstancia ha debido decidir algo que tal vez desde el cristal de algunos no haya sido el paso más correcto, créanme con seguridad que el entorno se impuso en ese momento y no pudo tener la libertad de elegir. Lo afirmo porque lo sé, porque me une un lazo indestructible con ella y porque siempre ha actuado de manera recta, sin titubeos, cosa que en buena parte aprendió del hogar donde crecimos, y otro tanto no menos importante en la carrera de abogacía que estudió en la UCAB y ejerció cuando realmente vivíamos en nuestro país lo más cercano al Estado de Derecho. Roraima es lo más justa posible y lo más alejada que conozco de la mediocridad. No deja de mortificarse un solo día por la grave situación del país en que estamos viviendo, y sobre todo por la corrupción a nivel judicial. Siempre  está dispuesta a colaborar y a hacer el bien, y con mucha inteligencia ha demostrado ser de los pilares más fuertes y valientes de la familia. De sus virtudes yo diría que la prudencia es su bandera.


Tratando de ver a mi hermana desde afuera, pudiera sentir que entonces ese amor a Dios le ha servido de guía para todo y no la ha abandonado nunca en los momentos más difíciles. Veo desde afuera su hogar, su matrimonio, sus hijos hermosos y definitivamente no se ha equivocado, pues mis sobrinas son incluso más rectas y centradas que mi propia hermana, tal vez porque la realidad del país y el mundo en que vivimos actualmente las ha hecho madurar con más anticipación, pero en todo caso, lo que ella como madre les ha impartido, está dando el mejor de los resultados.

“Herma”, FELIZ DÍA DE LAS MADRES